A pesar de que se han realizado grandes esfuerzos por documentar el accidente que provocó el colapso del Titanic, poco se ha dicho acerca de los litigios y las acusaciones que siguieron al trágico suceso. Los diarios de la época recogieron opiniones que insistían en que el accidente pudo evitarse. Con frecuencia era posible encontrar titulares que decían entre otras cosas: “¿Y si el Titanic hubiera viajado a menor velocidad?”, “¿Y si la nave hubiera tomado la ruta del sur, evitando los témpanos de hielo?”, ¿Y si el iceberg hubiera sido avistado con un par de binoculares?”, “¿Y si la orden de abandonar el barco hubiera procedido con rapidez?”, “¿Y si el Californian no hubiera ignorado las llamadas de auxilio y las luces de bengala del Titanic?”.
Para muchos, el desastre del “barco de los sueños” fue la venganza de la naturaleza contra la presunción humana de que la industria podría vencer lo invencible. De ahí que a unos cuantos días del hundimiento, el Senado estadunidense realizara una investigación, siendo Joseph Bruce Ismay, director ejecutivo de White Star Line y sobreviviente del Titanic, la figura central de las indagaciones. Las acusaciones contra Ismay eran múltiples y muy serias: se decía que fue él quien forzó al Capitán Smith a avanzar a gran velocidad por aguas poco confiables. Algunos sobrevivientes acusaron a Ismay de ocupar de manera desleal un lugar en un bote salvavidas durante el hundimiento. En respuesta, Ismay siempre afirmó que su conciencia estaba tranquila y negó todos los cargos que se le imputaban. Para la opinión pública internacional, sin embargo, Ismay siempre sería visto como cobarde y cómplice de la catástrofe.
La investigación conducida por el Senado estadunidense nunca actuó oficialmente contra Ismay o contra White Star, y de hecho esta empresa jamás tuvo que pagar indemnización alguna a los sobrevivientes ni a los familiares de las víctimas. Más tarde, Joseph Bruce Ismay renunciaría a su cargo en White Star Line y viviría el resto de sus días en relativa soledad en Irlanda, no sin antes mencionar los planes que tenía para crear una nave segura.
Otra figura a la que se culpa por la muerte de más de 1 500 personas por ahogamiento o congelamiento, fue el Capitán Lord del barco Californian, el cual, según insisten (incluso hoy) los especialistas (Robert Ballard, descubridor del Titanic incluído), no respondió a las llamadas de auxilio del Titanic a pesar de que se encontraba mucho más cerca que el Carpathia. No obstante que el Capitán Lord a lo largo de su vida explicó una y otra vez que no estaba tan cerca del lugar de los hechos la noche del 14 de abril de 1912, y pese a que murió en 1962, todavía en 1990 se le seguía un juicio por no haber ayudado a salvar a las poco más de 1 500 personas de las frías aguas del Atlántico norte.
Un hecho curioso es que mucha gente no daba crédito al hundimiento del Titanic. Amigos, familiares y curiosos confiaban que el Carpathia, al llegar a Nueva York, desembarcaría con la totalidad de los tripulantes del “barco de los sueños.” Los diarios publicaban contínuamente listas de sobrevivientes y desaparecidos con un amplio margen de error. No sería sino hasta que el barco Mackay-Bennett comenzó a recoger cadáveres en el mar, enviando listas de los muertos identificados, que la gente empezó a valorar la magnitud de la tragedia. Muchas fantasías se ventilaban en aquéllos años. La fotografía en los medios impresos apenas se encontraba en pañales y eran los dibujantes y caricaturistas los que trataban de recrear con sus láminas, las noticias del momento. Fueron esos dibujantes los que elaboraron diagramas del Titanic con una gigantesca tajada en la proa, dado que, en la mente de aquéllos hombres existía la consigna de que el daño a la nave tendría que haber sido monumental para destruir a un barco de ese tonelaje.
Había quienes dudaban que el Titanic se hubiera hundido. Los familiares de dos pasajeros del “barco de los sueños”, Isidor Straus y John Jacob Astor (el pasajero más rico a bordo) se creía que estaban en las profundidades del mar a bordo del Titanic, y elaboraron planes descabellados para rescatarlos. El descubrimiento de los cuerpos de estas personas en alta mar disuadió a sus familiares de seguir adelante.
Una obra profética (como las de H. G. Wells, George Orwell y otras tantas que se anticipaban a su tiempo y advertían sobre la automatización o subordinación de los seres humanos a la industria y la tecnología) fue el libro titulado El hundimiento del Titán, el cual trata de un barco grandioso, al que se le aplicaron los más importantes avances tecnológicos de su tiempo y que se hundió al chocar contra un iceberg.
Mujer, al fin! me dite la dire mal hahaha, oye pon un chat box para escribirte por ahi :D y que tal si nos afiliamos? :3
ResponderEliminarVale ya yo lo pongo..
ResponderEliminarNo te la habia dado Mal, Anteriormente habia comprado el Dominio www.claudiamariaariasfeliz.com pero deje de pagarlo
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